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Aprende a esperar.


Este post iba con otro rumbo, pero aquí me encuentro, en una cafetería, la cual tiene el típico espacio con juguetes para los niños y como siempre, ocurre la típica situación en la que un solo objeto lo quieren varios niños. En casa tenemos una regla clara y normalizada, hay dos niñas, pero por eso no hay dos juguetes iguales o dos materiales iguales de cada cosa en casa, solo hay uno. La inercia de todo el que viene a casa o cuando estamos fuera es la siguiente: (el escenario) la mayor tiene algo y la pequeña llega y de repente lo quiere, llora, patalea y sólo hay uno. La gente le dice a la mayor: “pero bueno, dáselo que es pequeña, qué más te da”.


👉 Mensaje que percibe la mayor: no merezco tener nada, el respeto no es algo que se lleve a cabo en mi familia, la paciencia no hay porqué practicarla, cualquiera puede obtener lo que yo tenga, pues las necesidades de cualquiera van antes que las mías. 👉 Mensaje que recibe la pequeña: cualquier impulso que tenga es válido y si es llorando más rápido consigo lo que quiero, justo en el instante que quiero. No necesito ser paciente. Soy más importante que cualquier otra persona.

Para mí, estos mensajes no son tolerables. Como digo, en casa lo tenemos claro, si una tiene algo y la otra lo quiere, sea quien sea, tiene que esperar paciente. Nadie tiene derecho a venir y quitarte lo que tienes en tus manos, debes ser respetado en todo momento.

Al principio, como son pequeñas quizás no existía una comprensión de este concepto y había llantos, pero con su experiencia día a día han aprendido a respetar y esperar y ahora este aspecto forma parte de su personalidad.

Retomando la situación de la cafetería, estaba con la pequeña y cogió una especie de libro de esos que hacen sonidos, llega un niño y se pone a tirar como loco de este, llora, mira a su madre como diciendo, “lo quiero y lo quiero ya!!” La madre va corriendo y me mira esperando que le diga algo a la niña. La gente a veces te pone en unas situaciones que no sabes muy bien si por una vez deberías de ceder y decir, “bueno hija, dáselo”, pero luego pensé y ¿porqué?. A parte de echar por tierra todo lo que digo en casa y merecer poca confianza por ello, a parte es que no veo la lógica de que alguien tenga algo y de repente otro se encapriche y se lo tengas que dar, ¿qué enseñanza les daría eso para su futuro?. Así que miré al niño y le dije, no te preocupes cuando termine te lo da. Y así fue, la pequeña tiene ese concepto interiorizado, por lo que cuando terminó se acercó a su mesa, que aún el niño lloraba, y se lo dio. La madre ha venido a mi, diciendo que muchas gracias por finalmente decirle que se lo diera, a lo que yo le he contestado “no señora, ella ha terminado y entonces se lo ha dado”.

Esta situación me recuerda a este fragmento del libro “la mente absorbente del niño” de María Montessori:

“En cada clase de muchos niños habrá un solo ejemplar de cada objeto: si un niño desea algo que está usando otro, no podrá tenerlo y, si se halla normalizado, esperará a que el otro haya terminado su trabajo. De ese modo se desarrollan algunas cualidades sociales de gran importancia: el niño sabe que debe respetar los objetos que son utilizados por otro, no porque se haya establecido así, sino porque es una realidad frente a la cual se ha encontrado en su experiencia social. Hay muchos niños y un solo objeto: lo único que se puede hacer es esperar. Y como que esto ocurre cada hora del día, durante años, el concepto de respetar y esperar entra en la vida de cada individuo como una experiencia que madura con el transcurso del tiempo. Esto origina una transformación, una adaptación que no es más que la construcción misma de la vida social. La sociedad no está basada en las preferencias, sino en una combinación de actividades que tienen que armonizarse. A partir de su experiencia, en los niños se desarrolla otra virtud social: la paciencia, una especie de abnegación en la inhibición de sus propios impulsos. Así, estos rasgos del carácter que denominamos virtud se afirman espontáneamente. No podemos enseñar a niños de tres años esta forma de moralidad, pero lo puede la experiencia, y como que entonces, en otros ambientes, no se podía producir la normalización, viendo que en todo el mundo los niños luchaban por la posesión de las cosas mientras que los de nuestras escuelas esperaban, la cosa aun adquirió más relieve a los ojos de la gente, que me preguntaban: “¿Cómo han podido obtener este tipo de disciplina en criaturas tan pequeñas?”. Y yo os digo que es posible y que un niño no es más bueno que otro, sino que debemos darles recursos y, tanto enfrentarles como hacerles conscientes de la realidad, para que así en un futuro no les venga grande no tener las cosas dónde y cuando quieran. Nunca son demasiado pequeños para aprender, esto son aspectos para todas las edades".


 
 
 

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